“En mi país,
la libertad no es sólo
un delicado viento del alma,
sino también un coraje de piel.” Otto René Castillo.
El libro Confiando en la Humanidad. Iniciativas colectivas de construcción de paz en Medellín (1980-2016)[1], inicia proponiendo la metáfora de un viaje, donde se develan las contradicciones y las paradojas que tiene la construcción de paz en la ciudad. El viaje al que invita tiene como eje de articulación la confianza desde una perspectiva histórica, social y política.
El proyecto económico y social hegemónico, privilegia la individualidad, la competencia y el desencuentro, arraigados al modo de vida occidental, urbano y moderno. Aquí, “los otros” están bajo sospecha, y cae sobre ellos el miedo o la rivalidad, el distanciamiento o la omisión. En contraposición a este relato, el libro propone la confianza como un punto de partida para descentrar la mirada, ubicar la lectura en las fisuras, resaltar el alcance transformador, pedagógico y ético de los tejidos de complicidades que han tenido lugar en el territorio para hacerle frente a las diferentes formas de violencia.
Así, la confianza se reivindica como un sustrato vital de la resistencia social y la construcción de paz en Medellín. Otros modelos de sociedad y utopías componen un llamado a la imaginación colectiva emancipada, engranajes de las acciones sociales que en la historia han planteado posibilidades de habitar el mundo desde la solidaridad y el trabajo conjunto.
El libro Confiando en la Humanidad, transita de una primera sección donde se proponen reflexiones de la paz como discurso y práctica, al acercamiento a la comprensión de la violencia como contexto. Luego nos invita a encontrarnos con sujetos que han articulado sus biografías y sus luchas a la paz desde diferentes frentes. El estudio abordó tres décadas en la ciudad de Medellín los años 80, 90 y 2000 donde tuvieron lugar, el Comité Permanente de Derechos Humanos de Antioquia, el Plan Alternativo Zonal de la nororiental y del proceso Memorias en Diálogo.
Cada una de estas experiencias permite reconocer diferentes tipos de accionar, abanderan formas de lucha y propuestas de sociedad que contradicen el modelo de desarrollo vigente, se posicionan ante la vulneración de los derechos humanos y actúan en pro de las memorias. Son experiencias que desde su lugar en lo local interpelan las violencias instituidas, proponen y habilitan mundos mejores. Posibilitan, a fin de cuentas, el entendimiento de la paz como una búsqueda colectiva que ha estado arraigada, desde hace mucho tiempo, en la piel de nuestra historia.