Héctor Poggiese
FLACSO Argentina
y Red PPPP
Buenos Aires
Difícil escribir, pensar, conversar en estos días abstrayendo la pandemia, verdadera catástrofe de alcance mundial.
La situación obliga al complicado ejercicio de analizar cómo se relacionan y se secuencian las teorías de los desastres y del shock, los límites de la ciencia formal, la planificación territorial de políticas públicas, la articulación estado-sociedad, la democracia participativa.
Todo eso, no solo desde una mirada sobre el presente, no en el simple futuro utópico deseable que nos toma por asalto en este lapso del coronavirus en la forma de una infección inversa, en el facilismo que circula entre analistas y comunicadores, aunque también en activistas políticos y sociales, sino sumándole una exploración prospectivo-utopística, esto es con probabilidades reales de suceder.
Los desastres, aún aquellos producidos exclusivamente por la naturaleza son también una construcción social: lo demuestra la distribución del daño que producen, siendo que el mayor daño es el que se vuelca contra las condiciones de vida de la población más vulnerable, los pobres, desempleados, migrantes, sin techo, sin tierra. Esto vale para otros desastres, los que se deben a causas exclusivas de la historia humana, como las guerras, y los que resultan de una evitable asociación entre naturaleza y seres humanos, como las inundaciones urbanas.
La prevención y la preparación para fenómenos infrecuentes no enmarcados en procesos habituales, continuos, permanentes está ausente en los planes gubernamentales, en la producción empresarial y en los programas de los movimientos sociales y partidos políticos. Opera el azar y si la circunstancia se presenta se recurre a los comités de crisis y a operaciones de salvamento y refugio transitorio para después los afectados sobrevivientes retornar a sus condiciones de vida anteriores al acontecimiento. Si se sale, se vuelve.
La pandemia del corona nos ofrece un nuevo ejemplo-paradigmático de los límites de la ciencia y de las limitaciones de la planificación tradicional ó tecnocrática de las políticas públicas.
Como se desconoce lo fundamental, la ciencia tiene que operar contra reloj procurando medicamentos adecuados y vacuna protectora en simultaneidad con su expansión territorial y masiva por todo el mundo. Y las búsquedas necesitan hacerse con la participación directa, en cuarentena, de los posibles afectados.
Al mismo tiempo todavía los estados deben equiparse para la atención masiva de salud mientras que los promotores de la libre empresa observan paralizados la crisis emergente a la que mucho ha contribuido el capital financiero, aportando a la construcción social de la vulnerabilidad.
Véase como ahora en el campo que desde la epistemología se ha dado en llamar la ciencia posnormal, la planificación se hace sobre incertezas, en incertidumbre, con urgencia y en situación crítica del valor supremo de la vida.
Como toda crisis desembocará en una etapa un tanto o mucho diferente, no sabemos. Sí sabemos, siguiendo la teoría del shock, que el propio sistema neoliberal predominante a través de nuevos, subsistentes o transformados grupos corporativos suelen aprovecharse del impacto, del shock producido por las catástrofes. Solo como ejemplo recordemos que el tsunami en el continente asiático en 2004 significó la privatización de las playas abandonadas por la emergencia abriendo paso a la industria hotelero- turística de esas regiones, sustituyendo a los pescadores ahora abandonados. Salieron pero no pudieron volver.
Esto nos avisa que no necesariamente lo que deviene es transformador de las condiciones preexistentes sino que puede resultar en su mera reiteración, por otros medios, por otros actores.
Para que otra alternativa devenga hará falta otro tipo de planificación, elaboración e implementación de los proyectos de desarrollo y de las políticas públicas, con una colaboración articulada entre estado y sociedad en escenarios de planificación participativa no tecnocrática. Con intersectorialidad entre las estructuras gubernamentales e interdisciplina práctica -entre científicos- aplicada a situaciones real-críticas con múltiples actores.
El caso colombiano tiene todavía una circunstancia que no debería desaprovechar en el ejercicio de la planificación territorial. Deviene en una etapa que es sucesión de la guerra interna y llega al Acuerdo de Paz para ser ejecutado en los territorios antes bélicos a través de impulsar los PDET (proyectos de desarrollo con enfoque territorial) enlazando la reforma agraria pendiente con la participación de múltiples actores antes enfrentados en el conflicto.
La pandemia, con su exigencia de democracia más amplia, participativa en decisiones de alto riesgo, abre la expectativa de un nuevo mundo. Por eso reactivar la vida de los PDET y de proyectos de desarrollo en otras regiones de Colombia debe hacerse incluyendo la prevención de desastres y la prevención de shocks que reproducirían el modelo de desarrollo desigual.
Con planificación democrática y participativa prevenir los desastres y prevenir el aprovechamiento especulativo y antisocial del shock post-desastre.